Querubín

Y Raziel, hijo de Dios y arcángel de los secretos y misterios, sintió pena de las creaciones de su padre, dejando caer sobre ellos su Gracia Divina con ayuda de los Dioses Antiguos, otorgándoles el poder de los cielos para que protegieran a aquellos que una vez fueron de su misma raza. Y hubo una disputa en el templo de Dios. Miguel, el Arcángel, vio como una traición temerosa aquel acto de su hermano, hecho por amor a los humanos. Y vio cómo la oscuridad que se había esparcido por el mundo terrenal, comenzó a frenar conforme aquellos nuevos hijos de Raziel alzaban sus armas al cielo y protegían a los humanos de los seres más horribles del inframundo. Y Miguel abrió la boca. Y de ella salió el mismo hedor que había arrastrado consigo a su hermano Lucifer una vez hasta el infierno. Y la dejó caer sobre aquellos nuevos seres de poderes celestiales, maldiciendo la propia bendición de su hermano menor. Así debía ser el ciclo natural de las cosas. Y Raziel no volvió a hablarle a su hermano. Y Miguel no quiso que lo hiciera. Nunca más.